Cerré los ojos y vi
tu nombre escrito en el cielo,
bordado con rayos de oro
y luminosos espejos.
Mis manos quisieron ser
palomas en dulce vuelo;
para alcanzar ese nombre
y abrazarlo con recelo.
Cerré los ojos y vi
en el remanso del río
reflejada allí tu cara
huyendo del triste astío.
Abrí los ojos entonces
y me quedé sin palabras.
Fue tan solo una ilusión...
lo real eran mis lagrimas.
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