He conocido un fantasma,
o creo lo conocí.
Apareció como un duende
al menos así lo vi.
Un enigma lo envolvía,
el misterio lo atrapaba,
y una ráfaga de sombras
en mis ojos instalaba.
Un aire de sombra y duda
suavemente acariciaba
al duende envuelto en misterio
y de a poco lo alejaba.
De pronto como en un cuento
de brujas, duendes y hadas,
el príncipe de los sueños
lentamente se esfumaba.
Y cuando la vida real
al dulce duende mataba,
la doncella de aquel cuento
lágrimas de engaño lloraba.
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